lunes, 9 de mayo de 2016

Lecciones de Johan (I): Corregir en "formación"

Escribo en esta ocasión porque leyendo “Mis futbolistas y yo” de Johan Cruyff me he encontrado unos párrafos que me apetece compartir y escribir sobre ellos ya que a pesar de haber transcurrido más de 20 años permanecen vigentes las ideas que transmite y me parecen de mucha utilidad para los entrenadores de fútbol base.

Estos párrafos son los siguientes:

Con Romario ocurre, paralelamente, lo mismo que les ha pasado a los grandes talentos del fútbol. La gente dice de ellos “Sí, buenos futbolistas pero malas personas”. Normalmente siempre hablan quienes no les conocen ni saben nada de cómo ha sido su trayectoria en la vida, tanto en lo deportivo como en lo humano. Personalmente creo que todo es cuestión de educación. De quién se la ha dado y cómo se la ha dado.

De hecho, esto es el origen del fútbol u buena parte del futuro de los futbolistas se decide en la niñez. Por ejemplo hablando de Romario, resulta obvio que este hombre ya sabía jugar al fútbol cuando era un niño. Hay calidades básicas que no se las puede enseñar nadie y Romario, seguro, con diez o doce años era el mejor de su equipo. Un equipo que probablemente ganaba todos los partidos por goleada y el tal Romario metía la mitad de esos goles.

A partir de ese instante, al acabar los partidos, entra en juego el entrenador y, desgraciadamente, los entrenadores de los chicos se conforman con muy poco. Todo está enfocado a correr y ganar. Si sus jugadores lo hacen, ya tienen bastante. Y ahí nace el problema que luego, los chicos arrastrarán en su carrera profesional. Me explico. Cuando el niño Romario acababa un partido su entrenador le decía: “Muy bien chaval. Estarás contento con los tres goles que has marcado.” Y no es así. Lo primero que hay que hacer es corregir errores aunque, con errores incluidos el chico te haya solventado la papeleta.

Lo normal, lo procedente, es casi pegarle un chorreo al chico y decirle “Oye, has metido tres pero podías haber marcado cinco más y no lo has hecho porque has fallado en esto, en lo otro y en lo de más allá”.

El papel del entrenador no es ganar amigos. Tiene que hacer futbolistas y los niños tienen capacidad de asimilación para corregir errores pero, claro, también son capaces de viciarse si nadie les dice lo que han hecho bien y lo que han hecho mal. Resumiendo, que no hay nada peor que consentir que los niños sigan el camino equivocado.

El hecho de marcar goles, de decidir los partidos, no significa que por ello haya dejarles hacer lo que quieran en el campo, en los entrenamientos ni en su conducta como ciudadanos. Hay que estar encima de ellos para que luego, de mayores, siendo profesionales, estén habituados a la crítica u no les extrañe que el entrenador, la prensa y el entorno se su club les exijan mayor rendimiento y aplicación en el trabajo.

Muchos futbolistas, y en eso incluyo a la mayoría de los que han sido y son hoy grandes, están pagando ahora el no haber tenido buenos maestros. Se creen en posesión de la verdad absoluta del fútbol y no aceptan ni la más mínima sugerencia. No la aceptan porque no están acostumbrados, porque cuando eran infantiles ningún entrenador se les cuadró y les dijo “Chaval, aquí se hace lo que digo yo o te quedas dos semanas en el banquillo.” Y una cosa más, los entrenadores no lo hacen porque son conformistas, saben que al que tienen que regañar es al que le resuelve los partidos, y como lo que ellos quieren es ganar, se callan. Les importa muy poco lo que suceda en el futuro con los niños malcriados.

Supongamos ahora que a nosotros (a Charly, a Bruins y a mí) nos llega un futbolista de calidad que de chaval ha sufrido estos problemas. Por ejemplo, viene Romario y no hay manera de que asimile la disciplina de grupo. Bueno, aquí cambia la cosa. Yo siempre he creído que un profesional tiene que estar a tope durante los partidos.

Lo digo de verdad, si el domingo me sacan las castañas del fuego, lo que hagan durante la semana me trae sin cuidado. Como si no quieren entrenar. En el fútbol profesional sí es importante ganar. Aquí ya no juegan alevines. Juegan hombres, se exponen millones de pesetas y hay que ir a lo práctico y lo práctico es ganar. Podemos discrepar de la manera en cómo se gana, pero todos los entrenadores profesionales sabemos que lo transcendental es ganar.

Hasta aquí las palabras de Johan que me parece merecen al menos ser escuchadas o servir como lección ya que a poco que conozcamos casos de la vida real o tengamos experiencia en el fútbol de formación entendemos al tipo de situaciones a las que hace referencia.

Con varias frases o ideas interesantes una de las que destaco es “todo está enfocado a correr y ganar” yo añadiría delante el adjetivo “tristemente” y es que aunque aquí surja el eterno debate de enfrentar el competir y formar no podemos dejar de tener presente que esta frase encierra mucho ya que desde pequeños se prioriza el correr y ganar dejando de lado los propios  fundamentos del juego o aspectos importantes a inculcar en edades tempranas.

También comentar sobre una de las ideas centrales del tema como es el hecho de corregir en la victoria lo importante y no por el hecho de haber marcado tres goles o encontrarse en una racha de triunfos dejar de pasar la oportunidad de corregir aspectos necesarios.

Para finalizar también destacar como Cuyff hace diferencia en los últimos dos párrafos entre el fútbol más formativo y el primer nivel don ahí ya sí la victoria pasa a ser un objetivo prioritario y a propósito de las palabras “si el domingo me sacan las castañas del fuego, lo que hagan durante la semana me trae sin cuidado” me viene a la cabeza el suceso con Arturo Vidal en la Copa América (apoyado por las explicaciones posteriores de Sampaoli) en la que pudo ser expulsado de la concentración por comportamientos inapropiados pero finalmente el técnico optó por su continuidad.

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