Escribo en esta ocasión porque
leyendo “Mis futbolistas y yo” de Johan Cruyff me he encontrado unos párrafos
que me apetece compartir y escribir sobre ellos ya que a pesar de haber
transcurrido más de 20 años permanecen vigentes las ideas que transmite y me
parecen de mucha utilidad para los entrenadores de fútbol base.
Estos párrafos son los
siguientes:
Con Romario ocurre, paralelamente,
lo mismo que les ha pasado a los grandes talentos del fútbol. La gente dice de
ellos “Sí, buenos futbolistas pero malas personas”. Normalmente siempre hablan
quienes no les conocen ni saben nada de cómo ha sido su trayectoria en la vida,
tanto en lo deportivo como en lo humano. Personalmente creo que todo es
cuestión de educación. De quién se la ha dado y cómo se la ha dado.
De hecho, esto es el origen del
fútbol u buena parte del futuro de los futbolistas se decide en la niñez. Por
ejemplo hablando de Romario, resulta obvio que este hombre ya sabía jugar al
fútbol cuando era un niño. Hay calidades básicas que no se las puede enseñar
nadie y Romario, seguro, con diez o doce años era el mejor de su equipo. Un
equipo que probablemente ganaba todos los partidos por goleada y el tal Romario
metía la mitad de esos goles.
A partir de ese instante, al
acabar los partidos, entra en juego el entrenador y, desgraciadamente, los
entrenadores de los chicos se conforman con muy poco. Todo está enfocado a
correr y ganar. Si sus jugadores lo hacen, ya tienen bastante. Y ahí nace el
problema que luego, los chicos arrastrarán en su carrera profesional. Me
explico. Cuando el niño Romario acababa un partido su entrenador le decía: “Muy
bien chaval. Estarás contento con los tres goles que has marcado.” Y no es así.
Lo primero que hay que hacer es corregir errores aunque, con errores incluidos
el chico te haya solventado la papeleta.
Lo normal, lo procedente, es casi
pegarle un chorreo al chico y decirle “Oye, has metido tres pero podías haber
marcado cinco más y no lo has hecho porque has fallado en esto, en lo otro y en
lo de más allá”.
El papel del entrenador no es
ganar amigos. Tiene que hacer futbolistas y los niños tienen capacidad de
asimilación para corregir errores pero, claro, también son capaces de viciarse
si nadie les dice lo que han hecho bien y lo que han hecho mal. Resumiendo, que
no hay nada peor que consentir que los niños sigan el camino equivocado.
El hecho de marcar goles, de
decidir los partidos, no significa que por ello haya dejarles hacer lo que
quieran en el campo, en los entrenamientos ni en su conducta como ciudadanos.
Hay que estar encima de ellos para que luego, de mayores, siendo profesionales,
estén habituados a la crítica u no les extrañe que el entrenador, la prensa y
el entorno se su club les exijan mayor rendimiento y aplicación en el trabajo.
Muchos futbolistas, y en eso
incluyo a la mayoría de los que han sido y son hoy grandes, están pagando ahora
el no haber tenido buenos maestros. Se creen en posesión de la verdad absoluta del
fútbol y no aceptan ni la más mínima sugerencia. No la aceptan porque no están
acostumbrados, porque cuando eran infantiles ningún entrenador se les cuadró y
les dijo “Chaval, aquí se hace lo que digo yo o te quedas dos semanas en el
banquillo.” Y una cosa más, los entrenadores no lo hacen porque son
conformistas, saben que al que tienen que regañar es al que le resuelve los
partidos, y como lo que ellos quieren es ganar, se callan. Les importa muy poco
lo que suceda en el futuro con los niños malcriados.
Supongamos ahora que a nosotros
(a Charly, a Bruins y a mí) nos llega un futbolista de calidad que de chaval ha
sufrido estos problemas. Por ejemplo, viene Romario y no hay manera de que
asimile la disciplina de grupo. Bueno, aquí cambia la cosa. Yo siempre he
creído que un profesional tiene que estar a tope durante los partidos.
Lo digo de verdad, si el domingo
me sacan las castañas del fuego, lo que hagan durante la semana me trae sin
cuidado. Como si no quieren entrenar. En el fútbol profesional sí es importante
ganar. Aquí ya no juegan alevines. Juegan hombres, se exponen millones de pesetas
y hay que ir a lo práctico y lo práctico es ganar. Podemos discrepar de la
manera en cómo se gana, pero todos los entrenadores profesionales sabemos que
lo transcendental es ganar.
Hasta aquí las palabras de Johan
que me parece merecen al menos ser escuchadas o servir como lección ya que a
poco que conozcamos casos de la vida real o tengamos experiencia en el fútbol
de formación entendemos al tipo de situaciones a las que hace referencia.
Con varias frases o ideas
interesantes una de las que destaco es “todo está enfocado a correr y ganar” yo
añadiría delante el adjetivo “tristemente” y es que aunque aquí surja el eterno
debate de enfrentar el competir y formar no podemos dejar de tener presente que
esta frase encierra mucho ya que desde pequeños se prioriza el correr y ganar
dejando de lado los propios fundamentos
del juego o aspectos importantes a inculcar en edades tempranas.
También comentar sobre una de las
ideas centrales del tema como es el hecho de corregir en la victoria lo
importante y no por el hecho de haber marcado tres goles o encontrarse en una
racha de triunfos dejar de pasar la oportunidad de corregir aspectos
necesarios.
Para finalizar también destacar como Cuyff hace diferencia en los últimos dos párrafos entre el fútbol más formativo y el primer nivel don ahí ya sí la victoria pasa a ser un objetivo prioritario y a propósito de las palabras “si el domingo me sacan las castañas del fuego, lo que hagan durante la semana me trae sin cuidado” me viene a la cabeza el suceso con Arturo Vidal en la Copa América (apoyado por las explicaciones posteriores de Sampaoli) en la que pudo ser expulsado de la concentración por comportamientos inapropiados pero finalmente el técnico optó por su continuidad.
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